Despedidas versus contratos de confianza
Auno le cuesta entender el sentido de una despedida de soltero o soltera, ellos por un lado, ellas por otro, en alegre biribilketa, portando un pene o unas tetas de plástico. Si la palabra transgresión tiene hoy algún sentido, dada la costumbre implantada, en la sociedad en que vivimos es transgresora aquella persona que considera que la fidelidad y una vida con responsabilidades van unidas a un compromiso de estabilidad sentimental. ¿Es eso cierto?
El mundo empresarial se ha dado cuenta de que en estas despedidas locas se encuentra un filón y se ha lanzado a degüello para mantenerlo y explotarlo. Ofertas varias e ideas, hay que reconocerlo, no faltan. Las hay con más o menos gusto, pero algunas son precisamente las más inadecuadas para el momento. ¿Cómo puedo prometer fidelidad a una persona si hace pocas fechas he sido infiel públicamente? ¿Cómo puedo hablar de una nueva vida si he realizado gamberradas inenarrables? Es un contrato de confianza, y aunque hemos comenzado refiriéndonos a estos símbolos, no estamos hablando siempre de la confianza y fidelidad de tipo sexual.
Y viene esto al caso porque más de una docena de varones ha organizado desde Llodio una despedida de soltero que ha culminado en Arguedas con un joven motociclista muerto en la carretera. Se ha tratado de una señal de tráfico arrancada, y no había intencionalidad de hacer tanto daño, pero el símbolo recoge el guante de la irresponsabilidad y de la transgresión en momentos en los que se supone que, como decían nuestras madres, se ha comenzado a "sentar la cabeza".
Independientemente del caso concreto, con una víctima mortal, sufrimiento familiar irreparable, y un pueblo indignado, tendemos a seguir potenciando este tipo de despedidas de solteros y solteras, aunque se siembren semillas de irresponsabilidad, porque en el fondo lo que asusta es el compromiso. Y no sólo el compromiso de pareja. Que se alargue cada vez más el día en el que se producen los compromisos de pareja, independientemente de su relación con situaciones laborales de inseguridad y otros marcos negativos propios de nuestra sociedad, nos lleva a mantener vivo el síndrome de Peter Pan, porque en el fondo es un grito en medio de la selva diciendo que no se quiere crecer. Y cuando este tipo de actos también se producen en casos de segundos compromisos de pareja, el grito se oye desde las estrellas.
Que algunas parejas se rompan por la infidelidad de la semana anterior, y no siempre hablamos de infidelidades de tipo sexual, en lo que se llama "una gamberrada", comienza a entrar ya en las estadísticas. Hay personas que en público y en privado manifiestan su derecho a la infidelidad y al gamberrismo, saben que eso trae consecuencias y lo asumen como tal, pero otras personas consideran que eso no es más que un paréntesis en sus vidas y lo defienden como echar una canita al aire; pero todo lo que echamos al aire termina cayendo en algún lugar, aunque no queramos reconocerlo.
Una excepción no tiene por qué destruir una garantía de calidad en una relación de pareja, pero se van marcando tendencias. A veces pensamos que mientras se mantiene la fidelidad de tipo sexual la relación es sólida y las diferencias entre las personas son contratiempos normales, pero el tipo de acciones que realizamos, también muestran la punta de un iceberg en el que se ayuda a que una relación de confianza en todos los aspectos de la vida tenga cierta estabilidad.
En nuestra sociedad se está llegando a asimilar que la ingesta excesiva de alcohol es un peligro en la carretera, quizá también por la posible sanción, y conviene tomar medidas para que no haya más accidentes, pero todavía se alardea del acto de emborracharse y no se asumen los posibles daños que acarrea la situación en otros ámbitos de la vida, también en la vida de pareja. Y a veces el no cometer irresponsabilidades varias también es una prueba de amor tan grande como la relacionada con eso que estamos pensando cuando mencionamos la fidelidad. Y la verdad es que la irresponsabilidad puede provocar accidentes. El triste caso de Arguedas puede ser una campanada para la conciencia.