NIEBLA y frío. Me había puesto una gabardina blanca liviana y no estaba preparada para sentir que aún la primavera no estaba como en el calendario. Había llegado a Madrid en el autobús del mediodía con la idea de visitar tres exposiciones: Barceló, Monet y Oteiza. Dos estaban en el Paseo del Prado y la tercera en la Castellana.

Miguel Barceló en La Caixa Forum (hasta el 13 de junio), con un frente de enredaderas y flores de colores pegadas unas a otras haciendo de la pared un mosaico multicolor, no hace concesiones artísticas. El arte es el protagonista, en el techo los tubos están al descubierto sin pátinas estéticas, no hay volutas ni mármoles ricos. Quizás esa pureza hizo que Miquel Barceló (1983-2009) entrara como un refugio de calor en cada rincón de mi cuerpo. Sentí un sofoco, una explosión de intensidad, energía palpitante en las sienes, en el pulso. No podía respirar ante tanta belleza. Me faltaba el aire. "Miquel Barceló -escribe Jean-Louis Prat- anda. Se va, regresa, no deja de manipular los bastidores, con rapidez y precisión, visiona, desecha, desplaza, da marcha atrás, se va hacia otra tela? En un mapamundi inmenso por descubrir en incesantes peregrinaciones".

Colores, sueños, viajes, misterio, desierto, miedo.

Los niños, ante sus obras, suspiraban y abrían los ojos de admiración ¡qué bonito! Y dibujaban de los dibujos. Sólo veían los colores y unos a otros señalaban con los dedos sus sorpresas expectantes.

Tenía calor. Me quité la gabardina. Quería quitarme el jersey, me sobraba la ropa. Sentía el sol aplastante de la arena ardiente, la calidez blanca de las piedras, el susto luminoso de la oscuridad de las cuevas donde viven los animales que crea Barceló, y las semillas y las raíces y los cuentos escritos en renglones de relieve. Cuando la respiración empezaba a acompasarse, anhelante y desencajada ante tanta belleza, al fondo a la izquierda vi que se proyecta un vídeo donde Barceló, en 40 minutos irrepetibles, transformaba una cueva en un espacio alucínate. Una performance como los primitivos, como más tarde pudieron crear Braque o Malevich.

Después, el aire en la calle vuelve a ser frío.

Claude Monet (hasta el 30 de mayo) está un poco más adelante del Paseo del Prado. El Museo Thyssen es frío y, pese a la coquetería sofisticada de una pinacoteca pequeña, no sé qué tiene de extraño, querido enemigo, que no consigo amarlo. Mi última visita fue para ver a Modigliani y, después del italiano, vengo a ver a un francés que pintó nenúfares. Paseo despacio envuelta en la pacífica serenidad de los paisajes nublados que tanto sorprendieron en Francia cuando se expusieron por primera vez. Impresiones. Pinceladas. Instantes. Y, como todos los genios, Monet sufrió la incomprensión. Cuando ha llegado a Madrid, casi dos siglos después, aquellas desazones son el pasado turbulento e inevitable de los dioses. "Hago cosas imposibles -decía en 1890-. He reanudado de nuevo cosas imposibles de hacer: agua con hierba que ondea en el fondo?, maravillosa a la vista pero como para enloquecer al que trate de representarla. En fin, me sujeto siempre a las mismas cosas".

Algunos de los cuadros los había visto, quizás por eso no me sorprendieron o quizás porque ya venía excesivamente sorprendida y sofocada. Monet ha sido una pausa relajada para la que estaba preparada.

Y al final, en la Fundación Canal del Paseo de la Castellana, Oteiza (1957-2003) (hasta el 25 de abril).

Me asombra en la entrada una escultura que no podía ser de Oteiza. En la fecha que figura al pie, Jorge estaba enfermo. También me sorprende el título de la exposición: Homenaje a los Ukhutemas (1958). ¿Quiénes son esos señores? Yo a Jorge le había oído hablar de los olmecas, de la civilización olmeca, anterior a la maya y la azteca, y de los signos mayas. Incluso había peregrinado con su mujer Itziar y el poeta León Felipe en busca de los olmecas y terminó en Chile. Pienso que es una pena que Jorge no haya podido ver el gran descubrimiento de los signos olmecas que se encontraron en el 2006, un bloque con 62 signos, una especie de piedra Rosetta que data de 400 años antes de la escritura del Nuevo Mundo mesoamericana. Mi amigo Jon tiene una foto de Jorge estudiando a los olmecas, no los ukhutemas.

Cuando entro en la sala siento de nuevo calor, un calor más intenso que en la exposición de Barceló. Los que me conocen pueden pensar, sin equivocarse, que yo quería a Jorge, y una exposición suya es entrar en un santuario. Pero no noté nada sagrado. No noté que dentro hubiese la chispa que emana de la obra de Jorge. La verdad es que en la muestra no se explicaba que fueran auténticas. Quizás mi error era dar por falso lo que pretendía ser reproducción. Jorge en 2003 no hizo ninguna obra, porque estaba muy enfermo y no me imagino una escultura de Jorge barnizada, naranja-roja, ni con terminación suave. En fin? Falté a todas las reglas de un museo y por poco me sacan esposada por tocar las obras ante el susto y el escándalo de la azafata que las custodiaba, quien gritó que estaba prohibido, llamando a seguridad. "Pero si son falsas -exclamé- no se preocupe que las toque. Esto es un trozo de hierro". También me horroricé al ver proyectarse una película de mi amigo Ion Intxaustegui sin decir la procedencia.

- Ion, es tuya. ¿No dices nada? ¿Te han pedido permiso?

- No.

- ¿No piensas querellarte?

- Para qué.

- Pero si es tuya...

Insistía horrorizada ante mi amigo. Todo me pareció un robo. ¿Quién era capaz de hacer ese sacrilegio a mi querido amigo? ¿Por qué?

Intenté coger la mano de Jorge desde el más allá, atraerlo hacia mí, sentir su cercanía, ver sus ojos azules diminutos, su cuidada barba blanca. Pero su imagen se iba. A duras penas conseguía mantener el recuerdo de su cabeza sobre la almohada, los párpados casi cerrados.

¿En qué piensas Jorge?

"En volar como un pájaro. Solo converso de poesía conmigo. A los mendigos que se cuelan les digo que sí a todo, y se van corriendo. Si digo no, me roban el poco tiempo que me queda intentando convencerme que les firme. Ya tienen hasta la firma en láser. En los últimos años, sin levantarme de la cama, seré el escultor mas prolífico. Cientos, tal vez miles, de hojalatas con las que me he alimentado. Tú ya conoces mi diferencia entre familia y parientes".

He rozado los dedos sobre las obras verdaderas de piedra gallega que se exponen y he sentido un chispazo. Era él. Tranquila, parecía decirme, no pasa nada.

Pero he salido de la exposición ardiendo. He vuelto al autobús con fiebre y creo que a Jorge quizás no le importe, quizás tendría que haber pasado algún tiempo para que nosotros, sus amigos, hayamos olvidado, que marketing, reproducción y negoció es una cosa, y obra original, arte y amor, otra.

Jorge tardaba mucho tiempo hasta considerar una obra terminada y no se puede sacar del cubo de la basura sus tizas desechadas.

¿Se imaginan a la Mona Lisa cambiar milagrosamente de medidas, 2x2, por ejemplo, y encontrarla en El Prado? Todo sería distinto. Los oleos de antes no son acrílicos. Ni el acero corten delicadas piezas de orfebrerías. Ni Uktemas son Olmecas. Ni el arte debe ser comercio.

Ya les seguiré contando mi viaje por Navarra en busca del homenaje al prisionero político que realizo Oteiza a las victimas del franquismo y que no encontré en Madrid.