ALLÁ por el mes de junio del pasado año, Leire Pajín nos desvelaba el acontecimiento histórico a escala planetaria que conocería el mundo este año 2010: la coincidencia de dos presidencias progresistas en los EE.UU. y en la Unión Europea. Si ya entonces esas palabras sonaban desmesuradas, hoy comprobamos su vacuidad. Han transcurrido poco más de diez meses desde entonces y, pese a la profecía, ni han concurrido tales constelaciones progresistas -la Presidencia de la Unión recae en Herman Van Rompuy, conservador belga- ni tampoco se han visto colmadas las esperanzas que albergaba el Gobierno español de recibir a Barack Obama en Madrid con motivo de la Cumbre Unión Europea-EE.UU. prevista para el 24 de mayo.

Aquellas osadas palabras constituyen hoy un peculiar motivo de escarnio y de chanza para Zapatero y su autora. Necias palabras, fruto de un tacticismo publicitario, que han sido arrojadas a la basura por la gravísima situación económica que atraviesa el Estado español, sobre cuya dirigencia se vierten fundadas dudas de liderazgo y capacidad en los mercados y, también, en el entramado institucional comunitario. Obama no vendrá a Madrid, pero el secretario de Estado de Economía ha debido ir, con urgencia, a Londres. Es evidente, que estos tiempos no son los propicios para el desenvolvimiento de la presidencia semestral rotatoria de Zapatero. Corren malos vientos.

Hemos asistido también, en nuestro escenario más cercano, a manifestaciones semejantes. El lehendakari López decía en el Parlamento Vasco, el 11 de diciembre de 2009, con ocasión de una interpelación planteada por EAJ-PNV, que la Presidencia española de la Unión constituía una oportunidad histórica que tiene Euskadi para hacerse notar en Europa y para traer el interés de Europa hacia nuestra comunidad.

La oportunidad histórica ha permitido que Euskadi acoja una reunión informal de ministros de Competitividad en Donostia. Nada más en el menú: la geografía vasca no tiene ninguna otra estación en el programa oficial del semestre. Quizá en Bilbao, hacia el 27 de abril, se celebre una conferencia de expertos en innovación, sin programa por el momento. Ni siquiera la sintonía política de López y de Zapatero ha permitido que Euskadi acoja alguna cumbre, reuniones ministeriales con terceros países, convenciones, congresos... de entre los centenares de eventos programados durante este semestre. En suma, este es el entendimiento de lo que cabalmente debe considerarse como una oportunidad histórica para López.

Además, la ínfima presencia vasca en el programa semestral no es anecdótica. Se confirma en otras actuaciones. Así, recordamos que el Gobierno vasco aprobó el 1 de diciembre de 2009 un documento sobre las prioridades de Euskadi ante la presidencia española de la Unión. No puede decirse que la elaboración de ese documento, por cierto acometida tras el registro de una interpelación del grupo parlamentario de EAJ-PNV en la Cámara vasca, respondiera al designio de participar, influir o hacer oír la voz vasca. Recordemos que se aprobó tardíamente, un mes antes de que diera comienzo el semestre, a diferencia, por ejemplo, del documento de la Generalitat de Catalunya datado en octubre. Recordemos que, a principios de diciembre, ya estaba redactado el programa semestral de la presidencia e incluso se negociaba en el Congreso de los Diputados una proposición no de ley al respecto. Todavía, a fecha de hoy, el documento del Gobierno vasco sigue pendiente de publicación y así consta en la página oficial de la presidencia (www.eu2010.es).

Pero vayamos más allá. No podemos obviar que, bajo estos hechos, late una cuestión central: la participación vasca en las instituciones europeas. A este respecto, el 11 de diciembre pasado, ante el Parlamento Vasco, el lehendakari expresó, tajante y rotundamente, su criterio favorable a la aplicación del modelo belga o del modelo alemán sobre participación de los entes subestatales en los organismos de la Unión. Se mostró, además, resueltamente partidario de la presencia vasca en el Consejo de Economía y Finanzas (Ecofin) de la Unión Europea, tal y como acredita el diario de sesiones.

Sin embargo, tres días antes de la reunión de Donostia, el día 4 de febrero, el pleno del Parlamento Vasco conoció un debate sobre la participación de Euskadi en la Unión Europea a iniciativa del grupo parlamentario de EAJ-PNV. El debate ilustra sobre el acuerdo alcanzado por el Partido Popular con el Partido Socialista que desbarata, punto por punto, las posiciones manifestadas por López menos de dos meses antes. El acuerdo socialista-popular desconoce también los contenidos del propio programa electoral -¿programa de gobierno?- del PSE que propugna la promoción de la presencia institucional de Euskadi, incluso de forma directa, en los organismos internacionales o la reforma de los aspectos del Estado de las autonomías que deban ser actualizados para facilitar la realización de la dimensión internacional de Euskadi en el marco de sus competencias. Donde dije digo...

El lehendakari, nuevamente, asumió el diktat de los populares. Barreda (PP) se convirtió en su portavoz, explicando y alabando el acuerdo transaccional entre el partido del Gobierno y su socio preferente. Expresó con rotundidad que en el Ecofin los intereses vascos estarían mejor representados por Cristóbal Montoro que por el consejero de Hacienda y que los intereses del sector pesquero vasco los defendería mejor la eurodiputada del PP, Carmen Fraga, que el consejero de Pesca. Esta es una posición clara y elocuente, debemos reconocerlo.

Una posición que explica y sustenta, precisamente, el dato de que el Estado español no haya establecido, veinticuatro años después de su adhesión a las entonces Comunidades Europeas, una fórmula adecuada para arbitrar tal participación, conforme se reconoce abierta y pacíficamente. La CARCE no es un instrumento útil a tal efecto. No es una obsesión del nacionalismo vasco, como señalaba Barreda, sino que se trata de una cuestión fundamental para el autogobierno que continúa irresuelta. Y no es una cuestión menor, ciertamente.

Es preciso construir un nuevo sistema. Es evidente también que no hay voluntad política de fabricarlo. La falta de voluntad hunde sus raíces en el proceso de clara regresión del modelo autonómico al que estamos asistiendo desde hace ya largos años. En este sentido, las palabras de Rajoy (Barcelona, 22 de enero) dando por cerrado el proceso de descentralización e invocando la necesidad de simplificar y armonizar las normas legales -una vez más asoma el espíritu de la LOAPA-invitan a sostener que también la cuestión de la participación del autogobierno vasco en la Unión Europea deba darse por cerrada.

Luc Van den Brande, ex presidente del Comité de Regiones y miembro del Partido Popular Europeo (organización europea a la que se adscribe el PP), reiteró, hace escasas semanas, la necesidad de participación directa de las regiones en el proceso decisional europeo, subrayando que deben ser socios genuinos y no sólo intermediarios e invocando la necesidad de una nueva cultura política de responsabilidades compartidas entre las distintas instancias territoriales de Europa, abogando, en fin, por un modelo de gobernanza multinivel. Los ecos de esos conceptos y de las aperturas hacia los entes subestatales del Tratado de Lisboa parecen no alcanzar al Estado español.

Ahora bien, la reunión informal de Donostia colocó al Gobierno vasco en una difícil posición. Fue un buen anfitrión, invitó a la cena -modelo de innovación culinaria- y luego se quedó en la puerta. No es de recibo, debieron pensar sus responsables. Euskadi no podía, así, "lucir su destacado papel en proyectos de innovación" por utilizar una expresión del lehendakari en comparecencia de prensa el día 4 de febrero acompañado por la vicepresidenta De la Vega, en la que ésta insistió en el papel de las regiones. Por ello, a última hora, el propio ministro de Industria invitaba al Gobierno vasco a asistir a la cumbre, como debió hacer el consejero Unda durante la segunda jornada. Más vale tarde que nunca. Es la primera ocasión, destacó López, que un consejero autonómico participa directamente en una reunión informal de ministros comunitarios. Esta participación, recordemos, había sido solicitada expresamente en la moción presentada por EAJ-PNV.

No hemos asistido a un acontecimiento histórico: el contenido de la propia Declaración de San Sebastián da fe de ello. La participación del Gobierno vasco en la reunión donostiarra puede quedar en simple anécdota, si no se ve confirmada en el futuro por su asistencia regular a los organismos de la Unión en los que se decidan cuestiones que afecten a las competencias de nuestro autogobierno. La oportunidad histórica que la presidencia española debiera haber alumbrado no es otra, a este respecto, que la construcción del modelo de presencia y participación de nuestro autogobierno en Europa. Y esta es una oportunidad que, más allá de la retórica de las grandes palabras, parece haberse perdido definitivamente dentro de este semestre.

El próximo conocerá la presidencia belga que, con toda seguridad, nos ilustrará sobre un modelo más respetuoso con la participación de las regiones y comunidades de dicho Estado en la Unión Europea. Acaban de comenzar los preparativos de dicha presidencia, cuyas prioridades y contenidos serán concertados y negociados entre el Estado y las entidades federadas. Un semestre en el que podremos observar cómo Valonia y Flandes presidirán reuniones de ministros europeos. La aplicación de un modelo semejante en el Estado español representaría un verdadero acontecimiento histórico. Ese día, el día que un miembro del Gobierno vasco presida un consejo europeo podremos decirlo con alegría. Entretanto, nos quedamos con la anécdota de la reunión donostiarra.

* Burukide del EBB de EAJ/PNV