Empieza 2025 con la visita a Las Gaunas, destino que evoca épocas lejanas, del siglo pasado. En pocas horas, el Athletic se estrenará en su torneo, donde defiende título, con uno de esos compromisos que asoman como mero trámite, pero que solo lo son a ciencia cierta cuando, a su conclusión, el marcador ha respetado el pronóstico. Sobre ello puede hablar largo y tendido Ernesto Valverde, que en 2003 vivió desde la banda del embarrado césped de El Malecón un revés que se le aparece, cual fantasma, cada vez que le toca medirse a un rival del estilo del Logroñés que le aguarda este sábado.
Entonces, el inesperado protagonista del alucinante episodio fue la Gimnástica de Torrelavega, para mayor escarnio colista de Segunda B. El Athletic recibió en el tiempo añadido, sin margen para reaccionar, el gol que volteaba el 0-1 de la primera mitad. Así se gestó un fiasco al que Valverde suele aludir, incluso sin necesidad de citarlo expresamente. Se le quedó clavado, lo cual garantiza que en la capital riojana sus chicos comparecerán bien aleccionados. Rememorar hoy esta historia ocurrida hace dos décadas puede parecer una irreverencia, también un sinsentido, pero, lo dicho, seguramente Valverde no lo vea así.
Solo cuatro días después de estrenarse en la Copa, el Athletic se desplazará a Arabia Saudita (otra dosis alucinógena) para disputar la semifinal de la Supercopa ante el Barcelona. Cita esta que, independientemente del resultado, completaría el preámbulo de la segunda mitad del calendario competitivo, una especie de banderazo de salida para la carrera de fondo con final en mayo.
Todavía estamos recreándonos en el balance de 2024. El par de semanas de descanso han venido bien para valorar los éxitos obtenidos, pero había ganas de que el balón volviese a rodar. Cómo no. En el fuero interno de quienes siguen al Athletic bulle un sentimiento sintetizado en el célebre eslogan “¡Todos queremos más!”.
Sin embargo, conviene apuntar que no hay dos años consecutivos iguales: el segundo siempre será mejor o peor que el anterior. Claro que en lo que al Athletic concierne, se parte de una posición muy sólida, tanto como para mirar al futuro inmediato con esperanza e ilusión. La perspectiva en clave optimista se apoya en que el equipo ha puesto el listón muy alto. Pero esa realidad objetiva, en alguna medida, provoca asimismo cierto vértigo. O si se prefiere, invita a la prudencia.
¿Por qué? Pues, más que nada porque aquella duda en torno a cuál sería la respuesta del equipo, una prevención que tenía todo el sentido, en parte mantiene su vigencia. En verano era imposible calibrar su capacidad para gestionar un escenario nuevo, desconocido, una agenda extraordinariamente densa, con curvas y más curvas. Luego ha resultado que el comportamiento ofrecido, de agosto a diciembre, ha destrozado cualquier previsión. De hecho, ha dejado al personal boquiabierto, pero ahora, en enero, volvemos a estar en las mismas: por delante, un número de compromisos similar al superado, con la particularidad de que muchos llegarán con la etiqueta de decisivos.
Los próximos meses determinarán el signo de la campaña en los diversos frentes, lo que obliga mínimamente a perseverar y, si cabe, elevar los registros. No existe otra fórmula para rentabilizar lo realizado previamente. De ahí la apelación a la cautela, un término que acaso choque con la imagen que transmite este Athletic combativo y valiente en los partidos.
Cautela no es sinónimo de temor. Puede entenderse como un ejercicio reflexivo orientado a ajustar las expectativas al potencial de la plantilla, un truco que permite eludir la tentación de la euforia o, en las malas, plantear un nivel de exigencia inapropiado. Se irá viendo sobre la marcha si es posible sostener los ritmos y el grado de eficacia que han ubicado al Athletic entre los elegidos.
Por de pronto, a su favor pesa la rentabilidad que extrae de su concepción del juego, así como el crecimiento de una hornada, cada vez más amplia, de futbolistas jóvenes que mezcla con naturalidad con tipos curtidos. A lo anterior se debe agregar el ambiente de confianza generado en el entorno, factor del que también se nutre el ánimo del equipo. Son argumentos interesantes, evidentes, que sugieren continuidad en el comportamiento y en los marcadores.
Así que, previa introducción de un matiz en el deseo típico de estas fechas, ya solo queda dejar que los acontecimientos fluyan en 2025: “Año nuevo, vida parecida”.