PENSANDO en que la primera derrota del Athletic en Copa es la única reversible de la actual edición del torneo gracias a que la semifinal, a diferencia del resto de las rondas, contempla la existencia de un segundo partido; pensando en que esto no es ninguna tontería porque en la noche del miércoles, pudo flotar la impresión de que en el supuesto de haber necesitado imperiosamente la victoria, visto cuál fue su comportamiento, el equipo lo hubiera tenido muy crudo; pensando en que perdió, pero cada cual puede interpretar el marcador como le venga en gana…

Pensando estaba en estas cosas cuando de repente la Copa se me cayó de las manos, rompiéndose en mil pedazos. Acababan de pasarme unas manifestaciones redactadas por Ander Herrera, donde se describe un lamentable estado físico: el suyo. Reconoce que arrastra problemas musculares que no remiten desde hace más de un año y que durante su estancia en el Athletic han aflorado al menos en cinco oportunidades.

Arroja luz el jugador sobre algo que ya había empezado a resultar más que sospechoso, sin que el club se hubiese dignado a ofrecer explicación alguna: sus reiteradas bajas, así como un rendimiento deficiente, impropio de un tipo curtido que supuestamente fue repescado para que diese empaque a la plantilla. Tal fue el mensaje que empleó para venderlo como refuerzo de campanillas en aquella comparecencia del mes de agosto el sonriente Jon Uriarte, que posó al lado de un no menos sonriente Herrera.

Cabría preguntarse por la razón que ha empujado a Herrera a escribir la nota. A qué viene, qué pretende, si es para descargar lastre, para provocar lástima o solo busca anticipar cuál es su realidad profesional cuando resulta que su vínculo con el Athletic finaliza en junio de 2024. Pero el documento en cuestión no tiene desperdicio, pues al margen de las reflexiones en torno a su presente y futuro en el ámbito personal, coloca a los responsables de su contratación en una situación muy incómoda.

Parece ser que nadie en el Athletic conocía su problemática y que, por tanto, se le contrató alegremente para dos temporadas, a un precio de por sí considerable, como corresponde a un futbolista con ficha del Paris Saint Germain, y que pasa a convertirse directamente en astronómico, en vista de su frágil salud. Bueno, el jugador sí que era consciente de la existencia de una estrecha relación con el servicio médico de su anterior club, pero al parecer no dijo ni palabra al abrir negociaciones con el Athletic o en caso contrario, en el Athletic no le concedieron demasiado crédito. Desde ayer jueves permanecemos a la espera de que una voz autorizada del Athletic informe de los motivos que impulsaron la adquisición de un futbolista de 33 años que no se encontraba en condiciones de responder a la exigencia de la competición.

Recordar, porque la gente no se quedó con la copla, que el día de finales de agosto que compareció ante la prensa en Bilbao y sin que nadie le preguntara al respecto, Herrera aseguró que había traído consigo todos los informes médicos correspondientes a los meses previos para que el Athletic tuviese constancia de que se hallaba en perfecto estado de revista. Entonces, no se dio importancia a esta revelación; ahora, como para no acordarse de la misma.

Esta confesión por escrito es la segunda que realiza Herrera en menos de un mes y en ambas ha dejado con el culo al aire a las personas que sacaron pecho por haber gestionado su contratación. A principios de febrero, minutos después de que Ibaigane comunicase que había decidido ejecutar la opción de compra por la que Herrera jugaría en el Athletic la próxima campaña, Herrera negó la mayor asegurando que él ya acordó en verano, cuando salió de París, que estaría dos temporadas en la disciplina del Athletic y sabía desde entonces con total exactitud cuáles serían sus ganancias en dicho período. O sea, que la directiva se apresuró a apuntarse el tanto de un fichaje que vendió como “cesión más opción de compra” a ejecutar de manera unilateral por su parte. Luego, Herrera aclaró que los términos del acuerdo eran otros. Hoy se entiende aún mejor por qué el PSG se aseguró que Herrera no volviese a vestir sus colores.