Por circunstancias familiares desde hace meses estoy haciendo más visitas de las que me gustaría al Oncológico de Donostia. Sin embargo, tengo que decir que la paz que se siente en este centro, reforzado por el cariño de todos y todas las sanitarias, me ha servido para desdramatizar situaciones y acabar sintiéndolo como una oportunidad para vivir. El edificio es moderno, con su biblioteca y su zona de trabajo también para los acompañantes y la luz que entra por las grandes cristaleras saca lo mejor de cada paciente. Cuando estoy en la sala de espera siento la complicidad entre unos y otras, sabedoras de que tienen algo en común y que libran una misma batalla aunque sea en distintas fases. Ahí sentada les veo valientes y más fuertes de lo que ellas y ellos mismos se sienten. Ya se conocen, se saludan, y se dan ánimos. Estos días no puedo dejar de pensar en lo que está ocurriendo al otro lado del Estado, en otra comunidad donde muchas mujeres sortean la espada de Damocles por cribados que no llegaron a tiempo y me entra, cuando menos, rabia. Rabia por esa banalización de la vida de las demás. Para alguna la denuncia llega tarde. Y ahí está Amama cuya presidenta, Ángela Claverol, ha desvelado que “hay varias mujeres muertas ya por retrasos” en las pruebas complementarias. La sabiduría del lenguaje ha querido que nuestras amamas den nombre de manera casual a una gran Amama (Asociación de Mujeres con cáncer de Mama) en Andalucía. La asociación les protegerá y luchará por ellas como solo nuestras amamas saben hacerlo.