En esta sociedad acelerada, capitalista y global en la que vivimos, muchas veces me pregunto si es necesario generar tantas necesidades como nos crean. Hay algunos casos en que es positivo. Por ejemplo, cuando se ponen en marcha servicios públicos de transporte, como la línea 3 del metro o el servicio municipal de bicis bilbaino. Son intervenciones en la que no solo se atiende la demanda que es previsible y auguraban estudios previos, también generan nuevos clientes que nunca antes hubieran pensado efectuar esos trayectos si no existiría un modo de transporte que lo cubriera. Por contra, también existen planteamientos y servicios que nos acogotan para que los utilicemos sin ninguna necesidad. Me refiero sobre todo a lo propuesto por las nuevas tecnologías en varios de sus ámbitos. ¿Cree usted que es tan necesario estar siempre pendiente del móvil y de todas las aplicaciones que constantemente nos bombardean con avisos y sugerencias? ¿Es obligatorio contar con turismos cuyos salpicaderos simulan cada vez más naves espaciales? ¿Por qué los electrodomésticos ofrecen características nuevas que en la mayoría de las ocasiones no usamos? Detrás de estas preguntas siempre hay al final una empresa que genera apetitos no esenciales para obligarnos a consumir todavía más creando nuevos usos en su beneficio económico. Hay que planteárselo a la hora de adquirir algunas productos.