Mazón es Bruce Willis en El sexto sentido. Está muerto, pero él no lo sabe. Así describió gráficamente Rufián a este zombie devenido en vividor. Al querido Pinocho no le aguanta más el largo de la nariz. Pero la estrategia del ventorrero es siempre negar las evidencias, mentir y, si hace falta, desmentir con nuevas mentiras, presentar hechos alternativos y sobre todo buscar las responsabilidades en el adversario político. Bien mirado, el discípulo de Zaplana solo aplica el manual que tiene Génova para los casos de catástrofes que implican directamente a los populares, como sucedió con el YAK-42, el Prestige, el 11-M o el metro de Valencia, es decir, la culpa es de todos menos de ellos. Ética made in PP. Pablo Casado, un cadáver político por denunciar la corrupción de Ayuso; Cifuentes, a las catacumbas por dos cremas, pero aplauden al president valenciano con 228 muertos a sus espaldas por trabajar en horizontal. Quizá ocurre que aquel 29 de octubre lo único que les importaba eran las ganancias previstas para esos días; las de Halloween, cuando los hoteleros se frotaban las manos. Y ya se sabe: el PP entre vida y economía siempre elige lo segundo. Bien que lo demuestran en Madrid. Pero aunque Mazón contrate a Miguel Ángel Rodríguez para limpiarle la mierda, todos sabemos que se ha quedado con el culo al aire. Y no me refiero a lo que sucedió el día de autos.
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