La condena a Luis Rubialesa muchos se nos antoja escasa, 10.800 euros de multa por una agresión sexual. Lo que se gasta un tipo con su sueldazo en cualquier capricho, mismamente otro relojito de alta gama.
Para baja, ya tiene su catadura moral. Habrá quien, visto lo visto, eche cuentas y le compense pasar los límites y luego pagar, como hará quizás cuando pulverice radares con su Porsche en la carretera. Al fin y al cabo, lo que hoy causa mucho revuelo mañana puede perfectamente pasar al olvido. Motivos para indignarse los hay nuevos y a puñados cada día. Esa es la suerte que tienen. Esa y que siempre hay quien, por los favores debidos, su silencio o lo que sea, les tiende la mano.
Pero aunque la sanción por el beso no consentido a la futbolista Jennifer Hermoso no sea para echar cohetes y le hayan absuelto de coacciones, bienvenida sea la sentencia si sirve para que cierre de una vez por todas y para siempre –ya que ha recurrido– el piquito. Así es como bautizó a su agresión sexual para restarle importancia hasta que entró en escena un hombre que dijo haber leído sus labios en un vídeo de TikTok y de repente donde dije “piquito” ahora digo “besito”.
A estas alturas, eso es lo de menos. Se lo dio sin su permiso. Así lo han dicho la víctima y el juez y así lo interpreta quien, sin idea de leyes, ve esa cabeza sujeta con las dos manos en las imágenes. En el juicio renunció a su derecho a la última palabra. Hizo bien. Se les cala rápido.
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