Hace unos meses se hizo viral una noticia en la que se informaba de las posibilidades de ligar en un supermercado, práctica que según asentían algunos y algunas se había consolidado frente a plataformas como Tinder. Se trataba de acudir a una hora concreta y meter en tu carrito una piña del revés. Hecho esto, según las redes, habría que acercarse a la sección de vinos y chocar tu carrito con el de alguna persona que te guste y que veas que también lleva otra piña del revés. Si tienes entre 19 y 25 años tienes que acudir a la zona de congelados. Entre 25 y 40, la idea es ir a la sección de pescadería. Más de 40 años: El pasillo de los vinos. La verdad, me pareció un poco cuento chino, pero reconozco que después de estas Navidades he llegado a la conclusión de que ligar en un supermercado es ir sobre seguro. Me explico. Yo, por ejemplo, llevo prácticamente todos los días de estas fiestas metida en uno de los supermercados de la zona. Me saludan desde los reponedores hasta el carnicero. Pero más aún, conocen prácticamente todo sobre mí. Lo que bebo, la carne que consumo, si mis hábitos son saludables, cómo me va la economía y en qué sector trabajo, por los horarios que frecuento. Pero, además, coincido con gente que va a la misma hora que yo y con los que acabas charlando por empatía. Tienes la ventaja de conocer a la gente en persona y sabes de sus gustos con solo ver su compra. El Tinder tiene los días contados.