Dana ha sido designada como palabra del año 2024 según la RAE, solo diez días después de su entrada en el diccionario, donde si buscaran el significado de filibustero tendría que aparecer el rostro de Mazón. Y si lo hicieran de postureo, deberían asomar los reyes españoles, reprobados hasta por la alcaldesa socialista de Catarroja que, ante el imprevisto desembarco en su municipio, no pudo reprimir su malestar y soltar que “mientras la gente está trabajando, ellos están tomándose un refresco cuando lo que tenían que haber hecho es visitar a esos militares que llevan aquí más de 50 días”. Porque la estrategia de mercadotecnia del clan monárquico a cuenta de la tragedia queda lejos de lo que uno entiende por empatía, que ojalá fuera la acepción estrella de 2025 en un mundo cada vez más deshumanizado. Nuestra capacidad real de asumir el dolor ajeno parece haber llegado ya a nuestro límite. No es cuestión de practicarla con conmiseración o misericordia, sino de mostrar afinidad, calidez y consideración, fundamentales para desarrollar organizaciones saludables, sistemas educativos transformadores, procesos productivos sostenibles y sistemas sanitarios que no sean insensibles. Que no te plantes en una consulta con un historial de 25 años y sientas que quieran largarte en dos minutos de reloj con un diagnóstico inconcreto que mejor repose para la próxima ocasión que refiera molestias. Atención primitiva en vez de primaria.