No entendía Carlos Mazón, el todavía presidente de la Generalitat de la Comunidad Valenciana, que la Fiscalía, “que depende del imputado fiscal general, que depende del Gobierno”, hubiera movido ficha con la dana y se jacta de que el Tribunal Superior de Justicia de Valencia le haya salvado sobre la campana. Él, que estuvo desaparecido en el restaurante El Ventorro disfrutando de una buena comilona, mientras 223 personas morían ahogadas por su ineptitud, que no contestó a las llamadas de Salomé Pradas –entonces consellera de Emergencias y ahora felizmente cesada–, llegó tarde al comité de crisis y mintió una y otra vez sobre dónde estaba, no entiende que se le pueda investigar por su desastrosa gestión. Cierto es que solo en un país como España puede un presidente, con semejante mochila a su espalda, seguir en el cargo e incluso hacerse el ofendido y hasta un perseguido por ese malvado gobierno que hay en La Moncloa. Mire, señor Mazón, lo anormal es que no se investigue todo lo que pasó ese día y no se depuren todas las responsabilidades que, a la vista están, han sido muchas y extremadamente graves. Tampoco nos extrañemos cuando aún no ha tenido el valor de reunirse con los familiares de esas 223 víctimas mortales. Debe ser duro, hasta para alguien como él, decirles a la cara que comió muy bien ese día y que las ayudas no llegan pero que su general vicepresidente cobra 84.050,70 euros.