Cada verano desde hace tres años escribo algo sobre las mujeres y las niñas de Afganistán. Cada verano desde hace tres años siento la misma vergüenza por ver cómo se ha permitido que quienes tenían un futuro próspero ante sí hoy sobreviven bajo el yugo talibán sin que la comunidad internacional haga nada. Bueno, sí, como la peor película cómica asistiremos desde hoy hasta el próximo 30 de agosto -día en el que Estados Unidos se retiró por completo del país afgano- a dimes y diretes sobre la injustificada vulneración de derechos humanos y bla, bla, bla, bla. Saldrán decenas de líderes políticos de todo el mundo a denunciar el régimen talibán y bla, bla, bla. Claro, que si miramos cómo está el asunto en la zona la cosa no mejora. Sobre el mapa tres países separan Afganistán de Israel: Irán, Irak y Jordania. Ninguno de los tres pasa el más mínimo corte en la defensa de los derechos de su población femenina. Sobre Israel qué decir ante la masacre que desde hace meses ejecuta sobre la franja de Gaza. Una realidad que contribuye a la desoladora conclusión de que nadie ayudará a las mujeres y niñas de Afganistán a escapar de su terrible realidad. Supongo que el próximo agosto, el del 2025, volveré a escribir sobre las mujeres y niñas del país asiático bajo el yugo talibán. Lo mío también será más de lo mismo, una queja-denuncia por una situación insostenible para la que, de momento, solo se ha ofrecido una respuesta: bla, bla, bla.