Ha pasado una semana ¡y vaya semana! En la marca hispánica (y Al Andalus) no había tanta roja desde que Carrillo se quitó la peluca... si me permiten omitir la época de don Vicente del Bosque, gran ausente de un palco en el que sí estuvieron, junto a los jefes de Estado y Gobierno, casi una decena de imputados dirigentes de la federación. Ya han dicho ciertas crónicas algo acerca de que el fútbol es reflejo de la sociedad. Y sí, cualquier aficionado al balompié, incluso quienes llegan para subirse al autobús de los triunfadores y mostrarse con el trofeo, admite que Spain (es lo que se grabó en la copa Henri Delaunay que su rey entregó a Morata) mereció el título europeo hasta el punto de convertir a De la Fuente en un caso único en la historia de la selección que dirige: nunca antes ningún otro seleccionador había transformado tantos críticos en aduladores. Así que ningún reparo, faltaría plus (pero sin ultra), a que los españoles lo celebren. Y allá ellos si lo hacen nuestros profesionales, quienes a la satisfacción y la revalorización deportiva personal le han sumado más de 350.000 € en cuarenta días. Es más, uno podría hasta alegrarse por el prójimo si le dejaran a uno alegrarse en los triunfos de los suyos o entristecerse en sus derrotas llegado el caso. O sea, elegir equipo. Lo que las leyes permiten, por cierto. Así que, como dice la amiga de una amiga, mientras y ante tanta excitación, me receto un Amiplín y a otra cosa.
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