Hay quien anda revolucionado porque en algunos comederos asiáticos cobran por dejar comida en el plato. Los librepensadores se echan las manos a la cabeza. “Dos euros por plato inacabado, un atentado contra la restauración”, bufan. ¿Cuál es el problema? Todos hemos visto en algunos restaurantes chinos a gente cebándose para que le salga a cuenta el precio. A un español le sueltan en un bufé libre y antes de dejar una bandeja sin probar, revienta. Que no falte de ná. Así que para amortizar lo que han pagado desfilan platos a rebosar con crustáceos amenazando con suicidarse, comida a cascoporro con espaguetis que se van cayendo por el suelo, 66 croquetas del tirón, mezclas imposibles de churros mezclados con ensaladilla, flan con paella, fruta tropical con embutido. ¡Ojo que no es la variante del melón con jamón!, sino más bien la sandía con chope. Corren por el comedor platos combinados en versión XXXL con la grasorra embardunando el parqué. Todo para satisfacer una gula desmedida sin mucho apetito. Bufé d’Or, ciudad de vacaciones, dígame. Así que olé por esos negocios que se atreven a generar malas reseñas y que toman medidas razonables porque están hasta el higo de que la gente se comporte como un elefante en una hamburguesería en su intento de emular Crónicas carnívoras jamándose miles de calorías en una sentada.
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