Estaba pensando qué penitencia debería cumplir el Papa por reincidente verbal. Hace un par de semanas dijo que hay “mucho mariconeo” en los seminarios y, tras disculparse, ahora insiste en que se respira “un ambiente de mariconería” en el Vaticano. Quizás lo haya solventado rezando un padrenuestro y tres avemarías, pero yo vería mucho más práctico que viniese a reciclarse al Bilbao Bizkaia Harro. Aunque no para su negociado, Francisco ha dicho que “los gais son buenos chicos” y tampoco es eso, porque digo yo que habrá de todo como en la viña del señor y a Belorado me remito. Lo de que “los cotilleos son cosa de mujeres” casi que lo dejamos para el 8-M, que al pobre se le acumula la plancha y encima anda preocupado por la disminución de la natalidad en Italia. En Euskadi tampoco estamos para tirar cohetes y el Eustat ha arrojado algo de luz al respecto: las parejas sin hijos bajo el mismo techo son las que más satisfechas están con su vida. Para empezar, porque tienen vida. De todos modos, no saben lo que se pierden. Esos besos repletos de rotavirus recolectados a lametazos por toda la gela. Esas galletas de cemento armado que te llevan a las siete de la mañana a la cama el día de tu cumpleaños. Esos dibujos que atesoras y luego no sabes si era tu retrato en el Día de la Madre o una calabaza en Halloween. Esos madrugones para chupar banquillo o ver si están de vuelta en su cama. ¿De verdad que se lo quieren perder?
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