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Tango de Javier y Pedrito

Hay que andar fané y descangayao para hacer un quilombo de una changa y sumar sesenta y unos en un pucho; si hasta del Papa chamuyó en su día el pibe, tan enfarolao que de la política hace tambo; y lo digo en lunfardo platense, que así quizá lo entienda el trucho. Ya cantaba Carlos Gardel en Cambalache que el mundo fue y será una porquería, que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafáos y si aquel tango decía que el siglo veinte era un despliegue de maldad, ni les cuento el veintiuno, que hoy sí que vivimos revolcaos en un merengue y todos manoseaos en el lodo, al que por ahí llaman fango, porque resulta lo mismo si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición. Que sí, que da bronca este bochinche de Javier y “Pedrito”, este enredo de artificio, esta macana, producto de la propaganda cruel que manda en el cartel mientras el ladrón sale triunfante, el honrao se ha vuelto gil y, allí más que aquí, el pueblo está sin garufa, no hay guita, y el puchero está tan alto que hay que usar un trampolín. Y es que al mundo le falta un tornillo y no hay mecánico que lo apañe porque, como en casi todo, es muchísimo el laburo y poquísimo el jornal, aunque diga lo contrario el bondi de los patronos, atorrantes de meta y ponga, que recibió al susodicho. Cosas de esta época moderna en la que triunfa el delincuente y quien quiere ser decente es de tiempos de... Colón. ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!