Miles de turistas se apretujan frente al Guggenheim, colapsan Gaztelugatxe, saturan la Sagrada Familia y se pisan el callo en Benidorm. Con tanto desmadre y turismo masivo, los lugareños se han hartado. Queremos ser anfitriones, no esclavos, proclama Canarias, levantada en armas. También Sevilla protesta a lo bajini, y aspira a cobrar por acceder a la Plaza de España para controlar los estragos de la peña. Aunque de momento haya sido solo un globo sonda.

Todos quieren turismo de calidad. No macroturismo de happy hour. Ya está demostrado que la vieja fórmula franquista de sol y playa, el negociete del chiringuito, el apartamento de alquiler y la tienda de souvenirs, se ha quedado viejuna. Porque es demencial que se retuerza tanto que acabe expulsando a los residentes en beneficio de los visitantes. Por eso hay que dar una pensadita al asunto. ¡Cómo no han caído en la cuenta! El turismo ha de volver a ser lo que fue, una cosa de ricos. Sería ideal que vacacionaran solo Elon Musk, Jeff Bezos, o Taylor Swift.

Ahora falta que se les ocurra que todos los aviones tengan una única clase, business; que todos los hoteles sean de cinco estrellas y que los únicos vehículos autorizados en los destinos fetén sean Ferrari o Lamborghini. Y con la que está cayendo, con muchas ciudades a punto de morir de éxito, en Euskadi se resisten a implantar una tasa turística, ecotasa o llámenlo X.

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