RECONOZCO que ya sea por falta de tiempo, porque la letra es demasiado pequeña o porque no le suelo dar importancia, soy de las que firmo muchos documentos sin llegar hasta el final de las notas a pie de página. Hoy me he hecho el firme propósito de no volver a firmar nada sin leer. Lo digo porque realmente me ha dejado preocupada lo que le está ocurriendo al joven vizcaino Alexander García Galas, de 36 años, aquejado de una pancreatitis severa en un hospital de Tailandia. La portavoz familiar ha desvelado que “el hospital ha facturado 140.000 euros simplemente para estabilizar” al paciente, pero sin “tocar” una enfermedad que, según refiere este centro, “se tiene que tratar en España”. Comentado con mis compañeros y compañeras más aventureros confiesan que no siempre hacen seguros cuando contratan sus viajes. Incluso si los hacen tampoco llegan a leer en profundidad las coberturas de la aseguradora en muchos casos. Al leer lo que le está ocurriendo a este joven no dejo de pensar en la impotencia de la familia que ante la falta de acción de la aseguradora ha comenzado a pagar de su bolsillo la cifra nada desdeñable para una economía doméstica. Ambulancia privada para trasladarles, otros 26.000 euros para, en principio, poder repatriarle, algo que resultó fallido y un suma y sigue inasumible en circunstancias normales. “Repatriación ilimitada”, dice la letra pequeña. ¿Qué más había que leer?