En las cavernas del ser humano hay una luz roja que se enciende con mayor o menor intensidad, en función de su interés por lo escabroso, ante la tragedia ajena y los medios de comunicación lo saben. El morbo es una fuente de energía muy potente y con gran capacidad de tracción. Y se mueve además en un espectro electromagnético diferente a la de la información. Se ha visto con el dramático incendio de Valencia. ¿Es noticia?, por supuesto, y como tal merece un espacio en la prensa y los canales audiovisuales, pero en ocasiones se traspasan fronteras. Las familias de los fallecidos merecen un respeto y hacer públicos, además sin datos fehacientes, los últimos minutos de agonía de las víctimas es un ejemplo claro de las líneas que no hay que superar. También se ha visto en el caso del crimen de Castro a principios de este mes, no solo con la publicación de datos personales. Desconozco si los criminalistas necesitan publicidad, pero si yo fuera uno no opinaría sobre un caso del que solo conozco lo que ha trascendido a la prensa. Todos los medios recurrimos a ellos cuando transcendió el hecho y si se leen las entrevistas, en general, hablan de conductas genéricas, pero, en ocasiones, la obligación de buscar un título para la información y la levedad con la que algunas personas siguen las noticias convierte afirmaciones personales en valoraciones conclusivas. La batalla está perdida y volverá a ocurrir, sabiendo que en poco tiempo otro suceso enviará al olvido el anterior.