ENTRA en escena, en un primer plano, Eduardo Galeano para lanzar uno de esos poderosos mensajes que le brotan de los sueños. La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero, decía el no menos virtuoso uruguayo. Hoy, cuando vengo a hablarles de la amnesia como arma de protección masiva, conviene recordar. Acordarse de que hay un mundo más allá de las pantallas, a flor de piel. Un mundo donde cada acto tiene sus consecuencias, un mundo donde la treta del no me acuerdo no cuela. Tampoco ahí cuelan, como remedio, aquellos versos de Mario Benedetti que decían algo así como “No, no sufro de amnesia, solo me acuerdo de lo bonito y de lo que quiero acordarme. Se llama memoria selectiva y es muy saludable tenerla.”

Las pantallas. Están ahí para recordarnos lo que paso, notarias inclementes de lo sucedido. En el tremebundo caso de Alex, donde lo más escalofriante es la indiferencia con la que los agresores se hacen los locos – “no, no me acuerdo. Miren los vídeos”, repiten una y otra vez...– dicen lo que pueden pero, al parecer, las imágenes se quedan cortas. Algunas de las atrocidades perpetradas por la negra hermandad de los Koala anidan en la memoria de los ejecutores y en el cuerpo maltrecho de quien ya no puede recordar. ¿Se han olvidado de semejante paliza como la que propiciaron...? ¡Venga ya!

Hay otras imágenes terribles con las que nos bombardean una y otra vez cada día, para que no olvidemos. Desde las guerras de Ucrania y de Gaza (es curioso, no se habla de las guerras de Rusia y de Israel...) nos envían el reporte de imágenes donde impera el fuego y la destrucción; el hambre, la sed y la muerte. En esas pantallas aparecen algo así como las huellas dactilares del horror, una prueba de cargo sobre quién aplicó sobre quién la bota de clavos y el yugo. Por muchos días que se sumen al sufrimiento y merodee la tentación de desviar la atención, ahí están de nuevo las pantallas, acusadoras

Acaba este circuito con otra visita a las pantallas, en este caso reforzadas con los audios. Les hablo del escándalo del VAR, donde a la vista de las pruebas los jueces han confundido (voy a usar ese verbo y así evito decir lo que pienso, no sea que me caigan diez columnas de sanción...) su veredicto para auxilio del rico y castigo del pobre. Las pantallas son claras. No dejen de mirar.