RECUERDO a mi madre leyendo novelas de Corín Tellado cuando yo era bien pequeña. Acababa una y me daba dinero para cambiársela por otra en el kiosco de periódicos. Mi abuelo hacía lo mismo, pero con las de Marcial Lafuente Estefanía. De eso hace ya bastantes años y a mi madre no la recordaba leyendo últimamente. Este año me pidió el libro de Sonsoles Ónega, ganadora del Premio Planeta. Al ir a comprarlo, me encontré con una cola de gente buscando el mismo libro de regalo para sus madres. Sin entrar a valorar las críticas que ha recibido la calidad de la novela o si era merecedora o no del galardón, me he interesado por los lectores y lectoras que la han comprado estas navidades y muchas son de la generación de mi madre, que ya pasa los 80. Después, he hablado con otras compañeras que también lo han comprado a sus madres por petición expresa de ellas. La razón está clara, les interesa el libro porque Sonsoles es famosa, porque la ven cada tarde y les resulta casi de la familia. Probablemente, antes compraron el libro de Jorge Javier. Ahora me pregunto si escribir te hace famoso o si hay que ser famoso para escribir. Sea como fuere, esta vertiente de la popularidad de los famosos me reconcilia con muchos de los programas que tienen a muchas madres sentadas frente al televisor horas y horas. Si además sirve para que recuperen la lectura, eso en sí ya me perece el mejor de los premios.

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