No es que el Athletic fuera avasallado en el marcador del derbi sino que le sobrarán tantos puntos que prefirió regalárselos al vecino. No es que Sumar acabara con menos sillones en el Congreso que su presunto alter ego, Podemos, sino que los repartirá mejor, entre amigas y conocidas de la vicepresidenta. No es que España sucumba reiteradamente en Eurovisión porque Europa no le entiende sino que RTVE descarta organizar el festival anualmente desechando el gran caudal de artistas que le permitiría arrasar. Y no es que las empresas se nieguen a subir el sueldo a sus empleados sino que les facilitan apretarse el cinturón para ahorrarse la pasta del gimnasio que les haría falta por darse el lujo de irse de restaurantes. No existe el fracaso ni la derrota. Al menos en el universo Feijóo, donde ganar es tan de perdedores que huye de la victoria que, según su hilarante razonamiento, tendría al alcance con un par de falsas promesas. La próxima vez que un hijo lleve a casa un carro de suspensos puede justificarlo en que es tanta su sabiduría que no iba a malgastarla ante un folio en blanco donde los profes van a pillarte. Y es que en este país no hay parados sino gente a la que le gusta descansar. Tampoco subida de precios sino mejora de calidad del producto. Ni listas de espera en la Sanidad sino pacientes remolones a que un médico indague en sus cuerpos. El mundo virtual de Feijóo, donde él se cree muy listo mientras nos toma al resto por tontos.
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