APOLO me ha reservado cita en un restaurante. No recuerdo haber hablado antes con él pero parece que me conocía. He de reconocer que es un robot amable. No puedo decir lo mismo de la última conversación que he tenido con los operadores de una compañía telefónica con los que quería dar parte de una incidencia. Después de estar media hora de operador en operador, se ha cortado la comunicación y he tenido que volver a iniciar la rueda. Operación fallida. He intentado reservar cita para el DNI, otra máquina. No estaba de humor, lo he dejado para otro día. He llamado para hacer el checking a París y después de varias operadoras esta compañía solo habla francés o si no, puedes gestionarlo con un asistente virtual en el idioma que quieras. Fallido también. Llevo toda una mañana y sigo sin avanzar en ninguna gestión de mi lista de pendientes. Voy a coger cita para la clase de yoga, desde la pandemia hay que reservar. No funciona la aplicación. Estoy a punto de gritar. Suena el teléfono, esta vez sí es un humano, humana. Me reclama un recibo pendiente y me somete a un tercer grado para responder a la deuda. No demuestra ninguna empatía. Es una persona con alma de robot. Me pregunto si ya solo se reservará el trato con personas cuando responda a sus intereses y no a los nuestros. ¿Robot o persona? Casi me da igual. A veces parece que los robots están más humanizados que las personas.