ARRANCA septiembre con muchos flecos. Está lo de la investidura del presidente del Gobierno español, que cada día se parece más a una bomba de relojería, cable rojo o cable azul, con muchos artificieros dispuestos a cortar a un lado o a otro, pero también a dejar que todo salte por los aires y jugársela a la lotería de otras elecciones. Y todo en medio de una menguante expectación entre el personal, que no ve en ninguna de las dos opciones respuesta inmediata a la subida de los precios o el tsunami del encarecimiento de las hipotecas, por ejemplo. Ese frente se parece cada día más a la batalla de Verdún, interminable por la resistencia en las trincheras. La falta de avances y el consiguiente tedio han permitido que tenga más interés el caso Rubiales, que los conspiranoicos bien podrían ligar a un intento del Gobierno en funciones de enfriar el plano político. La vuelta al cole tiene otras asignaturas pendientes. Este mes se cumplen 15 años desde el estallido de la crisis financiera. Tres lustros de montaña rusa para la economía, con un vértigo sin precedentes en los hogares. Un periodo asolado por tormentas perfectas, salpicadas por acontecimientos sin precedentes, decisiones históricas de la maquinaria política-financiera del euro y la sensación de que son las familias las que sufren. Todo en un contexto en el que hay empresas que no son capaces de diseñar un plan de inversión que relance su actividad y garantice su futuro y el de sus trabajadores. Otra asignatura pendiente para algunos.