Un compañero me comentó hace poco una noticia que había visto en Facebook por si consideraba oportuno publicarla en el periódico. Lo mejor es que lo veas, me dijo pidiéndome que abriera la página de la red social. Lo hice con él a mi espalda, pero cuando vio que no tengo cuenta no pudo reprimir su sorpresa. Confieso que no bebo del cáliz de las redes sociales casi por militancia. Veo que la profesión está demasiado volcada en ellas, al igual que la sociedad en general. Esos contenidos de algunas webs que lo mismo te ayudan a ordenar el armario y acomodar las maletas en el coche que a gestionar la adolescencia de los hijos o la crisis posparto… En fin, poco hay que decir de ellos, la mayoría son un pasarratos. A veces, se nos olvida que una buena e interesante información requiere un tiempo de cocción. Y me temo que estamos más pendiente de lo que publica la peña en Twiter, o como se llame ahora, o en Facebook en lugar de descolgar el teléfono y hacer un par de llamadas. Lo que se llama echar la caña a ver si pica algo. Hay quien está literalmente enredado en las redes sociales y rebota cualquier cosa sin el más elemental filtro, elevando el chascarrillo a la categoría de noticia. Es malo cuando lo hace una persona sin vinculación con la profesión, porque contribuye a extender noticias que en ocasiones son falsas, pero es terrible cuando lo hace un periodista dándole cierto barniz de credibilidad.