Las notas en los ascensores las carga el diablo. El otro día, un vecino de Ibi (Alicante) estalló, con letra manuscrita y todo, contra el “ritual de apareamiento” de unos vecinos. Y colocó un mensaje en una de las zonas comunes del edificio exponiendo su queja: “Cerrad la ventana, campeones, o poneos un bozal”. Enseguida surgió el graciosillo de turno, con una postdata. “Qué más quisiera el gato que lamer el plato”. Los maratones sexuales del vecindario y los escarceos de las parejas fogosas dan mucho qué hablar. Pero hay que andarse con ojo a la hora de lamentarse en público de tanto ardor guerrero. Hace bien poco, el Tribunal Supremo confirmó que Televisión Española debe indemnizar a una señorita de Salamanca por un reportaje en el que daban detalles sobre su vida sexual ya que vulnera su derecho al honor y a la intimidad. Los jueces consideraron “desproporcionado” decir en la tele que “las molestias acústicas producidas procedían de la intensa actividad sexual de la vecina” o que los golpes provocaban “incluso grietas y caída de objetos de las estanterías”. Vaya con el triquitraque. El verano es temporada alta para el sexo, y por eso, en la línea evolutiva, algunos se han quedado entre neardenthal y perros callejeros, vociferando su pasión al resto del barrio. No en vano, hubo otro notas, que se coronó poniendo aquello de “en época de berrea habrá ciervos berreando menos que tú”.

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