Red Hot Chili Peppers, el italiano Mahmood o Damiano, líder del grupo Måneskin, aparecieron casi en cueros como acto reivindicativo o de promoción, y el debate se acabó en cuanto la mirada se fijó en que lo hacía un hombre. Algún otro incluso lo ha hecho en bolas solo ataviado con su instrumento; la guitarra, quiero decir. Pero ha sido cambiar el sujeto de la acción de sexo y la caterva capertovetónica ha puesto el grito en el cielo arguyendo que Amaral busca su minuto progre de gloria publicitaria, ansiosos por colocarle un par de rombos o expulsarle por migrante ideológica. Si Yatra irrumpe en TikTok bailando con una toalla del tamaño de un tanga, se le aplaude por subir la temperatura. Si Eva muestra su par de tetas denunciando la cultura de la cancelación a la que nos quiere condenar esa estirpe de ofendiditos que el siglo pasado envolvía el bocadillo mostrando la penúltima página del As o la portada del Interviú, se viene el escándalo. Si no hacía falta hacerlo, ¿a qué obedece tanto revuelo? Que viva el feminismo, la sororidad y el golpe en el mentón a quienes hoy ordenarían incautar la revista Zero; una panda de conservadores a quienes les resulta chocante el destape del nuevo mundo, y al nuevo mundo que existan estos ultraconservadores. No podrán pasar por encima de los años que tuvimos que callar, canta el dúo aragonés. ¡Mira que si las chicas del fútbol se propusieran alzar así la Copa del Mundo...! A pecho descubierto.

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