Es tiempo de canícula, aunque los astrónomos la sitúan ahora en septiembre, 75 días después. Como la política, pulsado ya el off de la agostidad. Así que el Estado se queda en funciones y a un vuelo de Falcon de Marrakech y La Mareta a Madrid o desde Ayusolandia a las ahora islas Prohenseáticas. Y es ya palpable que en medio de esta nada al ralentí las serpientes de verano se descuelgan lentas desde la siesta en cualquier hamaca y los medios recuperan estadísticas atemporales con que ocupar el hueco de (des)informaciones de estío, alejadas de la realidad que soporta quien las lee, sobre las regatas del Bribón del emérito y las de su heredero en el Aifos, barco de la armada con nombre de inmobiliaria implicada en la operación Malaya. Y, por supuesto, siempre estará X. No, no es el jarrón chino silenciado tras el 23-J al que se aferró Sánchez, sino el nombre con que Elon Musk ha rebautizado Twitter. Quizá porque es la letra central de intoxicar y de eso saben un rato en la que era red del pajarito, azul como las sombrillas del verano que se prometía Feijóo, otro que navegaba, cubierto hoy de nubarrones. A propósito de intoxicaciones, tras copiar de Trump incluso lo del pucherazo, pero en versión postal, en una campaña insoportable como la calor en Córdoba, los del “make Spain one, great and free again” no han enviado a tipos con cabeza de bisonte a la Carrera de San Jerónimo. Aún. Estamos en agosto.