UN paciente crónico es quien padece una patología que requiere de tratamiento permanente para mejorar los síntomas, evitar complicaciones y mejorar su calidad de vida. Se distingue a menudo por el dolor en distintos umbrales. Doy fe. Un concepto que solo debería abordarse para ser reforzado dentro de la sanidad pública saltó también en esta campaña electoral de bulos e insidias a cuenta del grosero comentario de una representante de Vox a la portavoz de feminismo y derechos LGTBIQ+ de Sumar, Elisabeth Duval, de quien solo se me ocurriría reprochar sus dardos sibilinos hacia la ministra de Igualdad. La susodicha espécimen ultra no tuvo otra ocurrencia que espetarle a la cara que la consideraba una “enferma crónica” por el tratamiento hormonal que recibe como mujer trans. Una sinrazón revestida de odio que huelga explicación y que contó, otra vez, con la tolerancia cómplice del PP. Resultó otro spoiler de la caza de brujas que ambas fuerzas pretenden desarrollar contra el diferente y todo lo que difiere de sus irracionales parámetros y que, sin otro fin que derrotarlas, nos obliga a huir de la equidistancia. Solo un dato: el primer estudio longitudinal publicado sobre menores trans concluye que apenas un 2,5% transiciona y que muchos “tienen un sentido claro de su identidad de género a los tres años”. Al otro lado solo les aguarda la felicidad aunque en su carrera de fondo deban driblar la ignorancia y la maldad, esta sí, cronificada.
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