EL director bilbaino Pedro Olea comentó hace unos años que la censura que sufrió en algunos momentos de su carrera seguía existiendo en la actualidad. Olea está convencido de que hoy en día habría dificultades para hacer algunas de sus películas, como Akelarre, sobre hechos históricos relacionados con la brujería en Nafarroa y por la que en su momento fue tildado de “proetarra”. La censura cultural, algo que se creía abandonado en el pasado con el franquismo, vuelve a tener relevancia, fundamentalmente en aquellos municipios y comunidades gobernados por Vox o en coalición con el PP. En las últimas semanas, algunos ayuntamientos donde estos partidos gobiernan, de forma conjunta o en solitario, han cancelado diferentes obras de teatro y proyecciones cinematográficas. Entre ellas, Orlando, la obra de Virginia Woolf, programada en la localidad madrileña de Valdemorillo, y retirada “porque a la concejala de Cultura (Vox) no le parece apropiado el contenido, dado que a mitad de la función un hombre se convierte en mujer”, según cuenta su productor, Pablo Huetos. Actores, actrices, músicos y escritores se han unido en una acción coordinada en redes sociales ante la dictadura de lo políticamente correcto, la cultura de la cancelación y las intromisiones políticas en este ámbito. Ya hemos tenido que soportar demasiado tiempo a los censores durante el franquismo para que pretendan ahora volver a silenciarnos.
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