NUNCA he sufrido sobrepeso, todo lo contrario. Hace cuatro años adelgacé tanto que apenas podía encontrar ropa de mi talla. La extrema delgadez me supuso un problema no solo estético sino también de salud, pero para la sociedad, esta es aceptable. Todo lo contrario que la obesidad, que es castigada con la discriminación en el empleo, la educación, los medios, la política, la atención médica o las relaciones interpersonales. Acabo de ver la película La ballena, que cuenta con la magnifica interpretación de Brendan Fraser, un trabajo que le ha valido el Oscar al mejor actor protagonista, y sinceramente me ha conmocionado. El actor encarna a un hombre con obesidad mórbida –270 kilos–, con escasa movilidad, incapaz de agacharse, vulnerable, que quiere por encima de todo reconciliarse con la hija a la que abandonó cuando tenía ocho años. La cinta aborda sin tapujos su vida durante una semana, mientras se enfrenta a sus traumas, a su sentimiento de culpa y a su trastorno alimenticio. La gordofobia afecta a numerosas personas en todo el mundo. Existe el miedo, odio y aversión a los cuerpos gordos y se nos enseña a ver la gordura como una mala elección, por lo que hace que sea socialmente aceptable censurar, intimidar, acosar y discriminar a las personas debido a su peso. Sudaca, loca, negro, moro y... gorda. ¿Son insultos? No, no, lo son, pero se usan como tales. Vivimos en una sociedad gordófoba.

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