Átense al sentido común y protejan esa neurona que, si tienen suerte, quizá no se haya visto afectada aún por la irrefrenable sucesión de publicidad que ataca sus meninges. Sí, átense prieto. Esto no ha hecho sino empezar y no se acabará con el invierno o en mayo, cuando todos ganen o para no perder llamen a las siguientes urnas. Ni la Superbowl en EE.UU. se salpica de tanto anuncio. Primero fue Idoia Mendia y la semana de cuatro jornadas laborales, idea hallada en el informe de una prueba realizada ya en cientos de empresas británicas. Ahora, lo último que de momento sale de la prolífica necesidad electoral y de la agencia Sí es no o quizás es una ley, otra, la enésima. Éramos pocas... Ley de paridad parieron los estrategas de campaña, marketing y patatín-patatán para que Sánchez el progresista siguiera siéndolo el 8-M que recuerda lo que tantos días y semanas se olvida. Así que “los centros de decisión” y la dirección de las grandes empresas deberán tener un porcentaje de miembras, término de paridad lingüística que dio a luz hace más de una década la ministra Bibiana Aído, hoy en ONU Mujeres. Pero, sin querer aguar el festejo por el acta de nacimiento, lo cierto es que Sánchez tampoco es el padre de la criatura. Esa ley de paridad venía fecundada in vitro: aprobada la directiva por el Consejo Europeo en octubre y por la Eurocámara en noviembre, el Estado español está obligado a adoptarla. Y parió la abuela.