RECUERDO un incidente que me ocurrió hace unos años con un artista, por aquel entonces emergente y hoy en día desaparecido de la escena creativa. Cuando fui a hacerle la entrevista cogí una silla que estaba a mi lado para apoyar mi bolso y, de repente, se puso a gritar. Al principio, no entendí nada hasta que tras calmarse –después de varios minutos sin poder hablar– me comentó que aquella silla era precisamente su pieza artística. Se había pasado horas, días, semanas e incluso meses pensando dónde ubicarla para crear un diálogo con el espacio y yo, de un plumazo, me cargué todo ese esfuerzo. Aquel objeto, aquella silla que bien podría estar en mi cocina, era todo lo que había en la galería. Entonces, me pareció una imbecilidad, pero con el tiempo he aprendido que no hay que poner límites a la creación, salvo el asco, el único sentimiento imposible de promover por el arte, según Kant. Hoy abrirá sus puertas ARCO, convertida en un escaparate de las tendencias de arte contemporáneo, buscando recuperar los 90.000 visitantes que alcanzó antes de la pandemia. Hace tiempo que en esta feria no se produce una fuerte polémica por alguna de las obras que ahí se encuentran; esta tendencia ha parecido suavizarse en estos años. Parece que empieza a entenderse que la libertad de expresión es uno de los elementos más importantes de cualquier proceso creativo. Cada uno decide lo que desea o no desea ver. Yo no veo películas gore.
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