Han tratado de introducir un camello por el ojo de una aguja y es hasta muy probable que no vean la viga en el ojo propio. O, lo que es lo mismo, han encargado trenes más altos que los túneles por los que iban a circular y es hasta muy probable que en la ley del solo sí es sí los errores sean solo ajenos. Pero, como decía Tolstoi, es más fácil hacer leyes que gobernar así que la democracia se ejerce en las redes sociales, accesibles a todo el mundo y donde todo el mundo dice lo que quiere y decide lo que todo el mundo quiere. Lo terrible es lo que el mundo quiere o dice que quiere. Como se leía en aquella viñeta de Perich, la libertad de expresión, que es otra ley, nos deja hoy decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada... y sin que le pase nada al gobernante. Y vamos viendo cómo la educación se resquebraja, el ocio encierra un magma de violencia estupefaciente, la responsabilidad pública sale a licitación, las diferencias sociales crecen al ritmo en que se acortan las distancias... Nuestra sociedad del futuro se levanta sobre la placa tectónica de la incongruencia humana con la misma certeza de desastre que las urbes de edificios mal cimentados sobre las fallas de Anatolia. Quien quiera, y lo terrible es que casi nadie quiere, puede ver la luz roja en la fachada de nuestra realidad, auténtico putiferio para froilanes. Sí, Nietzsche tenía razón, hay veces en que una palabra soez es más educada que el silencio.