HAY quien ha metido horas extras en la cinta de correr para pillar mañana un buen sitio en la mesa. Quieren desbancar como sea al que hace ventosa en el fondo norte, esquina opuesta a la puerta, y no se levanta así le reviente la vejiga o arda el árbol de Navidad. Porque lo mismo pide que le pasen las croquetas que un extintor. Y el pobre centrocampista venga a repartir bacalao a diestro y siniestro, mientras el pringado más próximo a la cocina enfila el pasillo a demanda: un poquito de agua, un poquito de pan... ¡¡Un poquito de por favor!! Es verdad que huiría el primero en caso de incendio, pero las probabilidades son pocas y no compensa. Al menos eso dice el del fondo norte, que, además de pachorra, tiene un doble Grado en Estadística y Evasión. En fin, que lo ideal es una silla en torno al Trópico de Cáncer, equidistante entre la fuente principal y los entremeses, para ser autónomo, pasar desapercibido y no tener que servir. No beban alcohol como si no hubiera un mañana porque lo que ha escaseado es la leche, las bodegas están llenas. No se torturen con tacones para bailar sintiendo pinchazos en los pies. Faquires, haberlos haylos, pero no es su caso. Recuerden a quienes ya no están a su lado ni en otras mesas. No saltaron la valla por deporte, no se lanzaron al mar por placer, no dejaron su país para hacer turismo. Que a ni una más le suban la cremallera de una bolsa negra por ser mujer. No se olviden de la rebeca. No se olviden de Rebeca.
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