ES curioso nuestro mundo, siglos después de la invención de la imprenta, aparece internet y todo el mundo escribe. Se escriben tuits, entradas de Instagram, se escriben blogs y se publican una legión de libros como best sellers que alguien ha escrito y que engalanan como manteles las mesas de las papelerías. Hay más personas escribiendo que nunca pero más que nunca, la gente no lee. En la locura de las teclas frente al ordenador o el móvil andan los blogueros, los cantantes, las presentadoras de televisión, escribió Ana Rosa, Belén Esteban, escriben los cocineros, los coachers y el cuñado del quinto al que le ha salido una novela sensacional a la sueca que es otro troquel de sospechosos. La sociedad es una máquina de escribidores de contenidos frente a una carestía de lectores a la baja. Incluso te despistas media hora del móvil y te asalta una ristra de mensajes en un grupo de whatsapp que, por supuesto, no vas a leer. Hay legiones de personas tecleando, como si todo aquel que escribe en cualquier plataforma o formato dejara su meadita, esa que le dice que ha encontrado su sitio en el mundo, justo ahí donde planta su bandera. La gente tiene unas ganas de trascendencia tremendas y ya hay que hablar de lecturas en plural, no solo de libros. Esas que te estimulan y te evitan un histórico bostezo que hoy nadie está dispuesto a asumir. Hay, claro, honrosas excepciones en este ejército de tecleadores. Entre los lectores, la mayoría ya son comentaristas con teclado. Y también escriben.

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