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MESA DE REDACCIÓN

Igor Santamaría

El duelo inacabado

HAY cuestiones sobre las que uno diserta entre la bilis y el raciocinio porque le tocan la fibra. Escuché al brazo ejecutor de Ayuso mientras amanecía y el día se hizo noche. Su repulsiva justificación para rechazar una comisión de investigación sobre las muertes en las residencias en pandemia, arrogándose el modo de calibrar el dolor de las familias, fue como el instante en que a uno le devolvían sus enseres en cajas de cartón como si fueran un pedido a Amazon. Muchas semanas después, y yermo el corazón y, cómo no, el bolsillo. Lo de calibrar el desgarro de los allegados traspasó entonces fronteras, y es que esos niñatos pijos que vociferaban en el Colegio Mayor Elías Ahuja son quienes luego visten traje y corbata para dirigir, desalmados, nuestros tormentos. Ossorio y su jefa fueron los artífices de los protocolos de la vergüenza, de crear campos de concentración donde hacinar ancianos, de elevar una autopista en los centros para que el virus se expandiese a toda velocidad en vez de un muro de contención ante la falta de personal sanitario que hoy perdura en ese modelo de negocio privatizado. Allá y acá. 34.316 fallecidos en el Estado español. Personas en su mayoría incapaces de entender la ausencia del tacto de los suyos. De quienes no podíamos luego ni ver cómo las vacunas frenaban los viajes al cementerio. Cuando se agoten las cañas, ojalá recuerden su vileza. Nosotros no olvidamos. Por los que estuvieron y ya no están, y por los que estaremos.

isantamaria@deia.eus