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Mesa de Redacción

Igor Santamaría

No estamos para fiestas

LO escuchan? Es el silencio. Yo habría prendido fuego a Marijaia a mitad de fiestas porque uno se juega la salud si intenta mimetizarse con el coro de juerguistas en masa que desdibujan hasta el relieve de nuestra baldosa de tanto pisarla. Para entonces hubo quien había sacado boletos para un principio de neumonía causada por los chuzos de punta que entre nubes y paraguas convirtieron los cuerpos en bayetas ultraabsorbentes en esa ratonera que son los aledaños de la caseta de Puppy cuando aterrizan artistas con hordas de fans. Los gemelos amagaron también con una rotura de fibras trepando los 351 escalones de Mallona para montar en una de esas atracciones donde boca abajo te falta el oxígeno y el sentido común, que no recuperas una vez de pie. Qué me dicen del reencuentro con mi mano derecha, que decidió hibernar en la madriguera de mi bolsillo solo para evitar que nos robaran nuestras vidas, es decir, el móvil, entre esa moda de apropiarse de lo ajeno que no se justifica con la existencia de una incontrolable marea humana. La cartera ya la sablearon por el capricho de un menú. Para los fuegos, el anfiteatro de Miribilla, no sea que un sauce chispeante dañara el tejado de mi cabeza, que ya tiene lo suyo. Ahora toca ponerse el chándal para extraer del hígado las toxinas de tanto líquido ingerido, e inhalado del efluvio de las piscinas de orín. Y empezar a descontar los días para el txupinazo.

isantamaria@deia.eus