YA no es preciso estar semienterrado en arena, oliendo a salitre y abrasado bajo la canícula para darse de bruces con renglones periodísticos propios de la literatura del absurdo, informaciones de usar y tirar fruto de la era digital que las empresas justifican en aras de la rentabilidad. El verano sigue siendo, con todo, la casa madre de esas líneas que no merecerían espacio ni en un blog amateur, que parecen rescatadas cada año del archivo y que dicen ser las más consumidas según esas tablas de contabilidad de las que uno recela. Será que no hay problemas serios sobre los que discernir que lo mismo te topas con el análisis filosófico sobre por qué ha desaparecido de los gimnasios la tabla de abdominales en favor de otras estrategias físiconutricionales para lucir en la playa cuerpos que parecen sacados de ciencia ficción, como de pronto te cuentan qué bocadillos propios de un masterchef te pueden acompañar bajo la sombrilla, desde el de atún al estilo toscano al napolitano de albóndigas. Lo mismo te narran que Cristiano Ronaldo se ha inyectado bótox en sus partes para que hagan juego con sus músculos que la acusación a Rosita, de Barrio Sesamo, de racista por no querer saludar a niños negros. Luego se extrañan de que la dismorfia, sin ánimo de frivolizar, sea una enfermedad de peligrosa moda entre los adolescentes. Es a lo que están acostumbrando a nuestros cerebros, a no distinguir entre la realidad y la ficción.

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