Síguenos en redes sociales:

Mesa de Redacción

Susana M. Oxinalde

¡Mostrad, mostrad malditos!

LLEGA el verano y con él el desfile de exhibicionistas en barco, con paella, caipiriña y pies esmaltados. A mí ya me da una pereza tremenda esta tropa veraniega de la que nada conocemos y a la vez lo conocemos todo, básicamente porque tienen todo para enseñar como deporte, incluso lo que no está a la vista. Un chute a esa autoestima que viendo algunas fotos, o está en Júpiter o en el centro de la Tierra. Estamos viejos para estas fantasías pero ya existen clínicas para desintoxicarse de estas prácticas y no precisamente a base de zumos sino con un buen ejército de psicólogos para explicar a estas gentes, que no, de verdad, que no es necesario. Y lo que es más demoledor, que a nadie le importa. Internet se llena de frases motivadoras, llamando a despachar lo tóxico y centrarse en uno mismo con esa urgencia de hacerse excesivamente optimistas porque sí, y solo vemos felicidad cosechando me gusta y visualizaciones de reels. Y sé que es una columna recurrente y ya me perdonarán el raca-raca pero es que llega agosto y se me pone el móvil con piel de gallina del festival de vacíos atributos por visualizar y gente a la que imagino con un cerebro un poco de mortadela. Un disfrute urbi et orbi que solo puede dejar usuarios indiferentes y mucha carencia de cualquiera sabe qué. Llega el prêt-à-porter vital de la campaña de verano más global que un gorgorito de Rosalía. ¡Empezad a mostrar malditos! ¡Y hasta septiembre!

susana.martin@deia.eus