EL único pecado de Irene Moreno y su troupe en Times Square es haber regalado munición al rancio oportunismo que se ha lanzado, en plan chanza, a bramar contra un selfi en vez de abordar la agenda que les llevó al feudo capitalista. Apoyados en el doble rasero, no les molesta el viaje oficial ni a qué obedeció, sino quién lo protagonizó. Seguro que les vendría bien la cuantía de su coste de cara a engordar planes como las becas Ayuso para las clases de hípica de los Cayetanos, ahora que en la corte madrileña un aspirante a actor de Élite en Chamartín, de esos que crecen en la inopia económica con familias que superan los 100.000 euros de renta, podrá sentir lo que es ser un pobre de Usera y saberse afortunado. Bajo el disfraz de antagonista de Robin Hood, la lideresa se ha propuesto robar a las clases populares para devolver a los ricos su oropel a costa del erario público. Subvencionar la desigualdad y que sea hereditaria mientras los aprendices de traje y corbata climatizan la piscina escolar o reparten su paguita para que les hagan los deberes a sabiendas de que no necesitan nota para entrar en una hermandad universitaria. Ayudas al estudio de los pudientes que pervierten el sentido de su función y traspasan, esto sí, la indecencia. Errejón acierta: hay quienes piensan que los izquierdosos deben vivir en cuevas, caminar descalzos y hacer fuego con piedras. Y, por supuesto, retratarse en el Central Park de Vallecas.

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