DENTRO de todas las casualidades en el anuncio del Gobierno sobre el contraespionaje, la del colmo ha sido que se anunciara en el Día Internacional de la Contraseña. Lo de las claves es uno de esos quebraderos de cabeza que para los semidesnatados digitales genera cierta ansiedad porque, si bien hasta ahora guardábamos celosamente las claves de la tarjetas de crédito en nuestras cabezas, nuestros cerebros no estiran más con la del correo electrónico, el supermercado, el Bizum, las redes, el Tinder y Ticketmaster. Lo del pulgar tampoco me parece tan buena idea, siempre pueden torturarte para sacarte las claves y cortarte el pulgar para acceder a tu teléfono, así que solamente por no ponerlo todo perdido, la clave a dedo bien vale ahorrársela. Tampoco me fío de los almacenamientos de contraseñas de los navegadores, Pegasus acecha y hay fórmulas sencillas para la seguridad de nuestra red. Tanto como quien está detrás de la cloaca que espió al Gobierno en tiempos de las elecciones de Madrid, los indultos o la crisis con Marruecos cuando el líder del Polisario se curaba en Logroño del covid. Semanas después, Sánchez cambió de guion frente al Sahara y España volvió a abandonar a su suerte a los saharauis lo que explicaría algo hasta ahora inexplicable. La verdadera casualidad si hablamos de Sánchez y esta fábula es que su contraseña hubiera sido poco o nada segura.

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