AS duras imágenes de la destrucción de Bucha e Irpín, donde se han encontrado más de 350 cadáveres y fosas comunes tras la salida de Rusia, han impactado al mundo. Sus calles han aparecido salpicadas de civiles muertos, algunos de ellos maniatados, que nadie retira por miedo a que escondan minas o cables explosivos. Cerca de Kiev han hallado también a mujeres desnudas, que han sido brutalmente violadas y asesinadas. Pero no son las únicas, el gobierno ucraniano ha informado a la UE de numerosos casos de violaciones por soldados rusos. La agresión sexual es una táctica utilizada como estrategia de terror y como forma de tortura y las mujeres y las niñas son tratadas como botín de guerra. Según denuncia Amnistía Internacional, a día de hoy se siguen produciendo secuestros masivos de escolares en Nigeria, donde cientos de niños y niñas han muerto, son víctimas de violación u obligados a unirse a Boko Haram. Siria no es tampoco un buen lugar para ser mujer. La guerra no ha hecho sino multiplicar los abusos, el matrimonio infantil forzado o la violencia machista. Son otras víctimas más, utilizadas como objetos en las guerras, atrapadas muchas veces en un fuego cruzado entre dos bandos. Las consecuencias dejan en las mujeres huellas emocionales y físicas imborrables y, sin embargo, no son contabilizadas como víctimas de guerra. Su sufrimiento suele ser ignorado o simplemente silenciado.
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