ANDA tan desorientado el sentido común que hemos confundido que las mascotas, las urbanitas, hayan mutado por ley a personas jurídicas. Es solo un ejemplo del estómago tan tonto que tenemos, que traga con toda la banalidad necesaria porque estamos ya en un punto que ante nuestros ojos se va nuestro equipo a jugar la Supercopa a 7.000 km de distancia y ni nos cabreamos. Ha salido Raúl García a decir la verdad del tamaño de un puño, que es un sinsentido que el Athletic juegue un torneo español con equipos del Estado en Arabia Saudí y que él entiende el fútbol como lo que es: un jugador "de los de antes". Hay que comprender, claro, que ni el fútbol ni los dueños de mascotas son como los de antes, pero llama la atención que ni la propia afición se soliviante por que le están hurtando un partido en sus narices, ni la sociedad en general flipe con las Aristomascotas, seres a los que hay que querer, claro, pero si algo hay que hacer con ellos es alimentarlos y no maltratarlos, que viendo las noticias, se acaba adorando al perrito rutilante de la gran ciudad y pateando al socio que paga su cuota para que su rutilante equipo juegue al otro lado del mundo por noséqué acuerdos de la RFEF. Dejaremos para otro día la exclusión social en la infancia, la pobreza energética en el primer mundo de mascotas en nubes de algodón o las condenas a muerte por homosexualidad en el tercer mundo de las griferías de oro. Porque tratar a los perros como personas y a las personas como perros solo se da en el exceso del lujo.

susana.martin@deia.eus