O único que debe funcionar ahora contra el virus es la oración. Autogestiónese también los rezos a la divinidad que escoja porque visto está que dejar la pandemia al albur de lo terrenal se antoja, esto sí, un milagro. Debe antes realizar un máster en santa paciencia, aprender a rastrearse y no perderse en los recovecos del mundo digital, el rincón donde nos han trasladado para expresar nuestras angustias y sintomatologías. Hay series de Netflix que aburren menos que el bucle en que estamos sumidos en puertas de la tercera temporada de ese 2020 que originó el caos y al que nos empeñamos en ponerle tiritas, y medidas a destiempo, a falta de una estrategia de prevención. La última idea es reducir los días de cuarentena porque el sistema no soporta que usted se cuide lo justo y necesario. ¿La salud? "Vuelva usted mañana". Está tan cara como los test de antígenos que anda arramplando a prueba de maratón y precio de oro, cuando le saldría más barato sacarse un billete a Copenhague, Berlín o cruzar la muga, aquí al ladito, donde se los puede hacer gratis y hasta por las calles. Quedémonos con la exitosa vacunación, que es como el consuelo de los tontos, porque entre los insensatos que la descartaron de sus planes, y a quienes para colmo toca mimar, los que hacen apología del #Yonolallevo y los tumbos de quienes tendrían que ir un paso por delante para evitar este guión de serie Z, el único brindis que nos queda para mañana es al sol. A ver si así nos ilumina.

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