N marzo de 2020 un bichito consiguió parar el mundo. Recuerdo que tan solo unos días antes una amiga me contaba lo que se nos venía encima, un estado de emergencia y un confinamiento salvaje. Entonces, confieso, me sonó todo a película de ciencia ficción. Desgraciadamente, no lo era. Uno de los sectores más castigados fue el de la cultura, que sufrió un parón sin precedentes. Pero, frente a la tensión y la tristeza de este drama sanitario, la cultura se ha levantado con fuerza para confrontar al coronavirus. En un primer momento, a través de la red, pero en cuanto se pudo, se ha ido recuperando la actividad presencial. Hay ganas y ansia de cultura. Prueba de ello, es la Azoka estos días en Durango. Este año tampoco ha podido celebrarse la fiesta de la cultura vasca sin restricciones, pero la organización ha conseguido que el público disfrute de encuentros con escritores y músicos con total seguridad, implantando además un sistema de cita previa. Después de la anterior edición que tuvo que ser online por la pandemia, los turnos prácticamente se están completando. He oído alguna opinión de que se tenía que haber suspendido. Hubiera sido un completo error. La cultura es segura si mantenemos la responsabilidad individual y se establecen las medidas de seguridad necesarias. Y en Durango se está consiguiendo.

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