A España que madruga alude a la masa ciudadana etérea a la que se aferran los políticos, sobre todo de ultraderecha, para echar en cara al de enfrente que no defiende los intereses de una mayoría de la que se apropia. Me pregunto si Victoria Federica, hija de la infanta Elena, pertenece a sus 21 años a ese gremio ahora que se ha alquilado un pisazo en plena Castellana de 500 metros cuadrados a razón de 5.000 euros al mes, y si lo sufraga pinchando su chico, el DJ Jorge Bárcenas. Lo digo porque a ella no se le conoce más oficio que aparecer en la prensa del cuore junto a su hermano Froilán, y no por sus dotes académicas en el prestigioso The College for International Studies de la calle Velázquez, donde se forman en Business, sino por fanfarronear ambos con sus Audi Q3, enfrentarse con los agentes que les multan y saltarse por el forro las normas sociales en pandemia. Todo un ejemplo para la muchachada que comparte infraviviendas, engrosa las cifras del paro juvenil, estudia en los ratos libres que les permite ese curro donde se sacan unos pocos cuartos para poder acceder a un título, o la que emigra en busca del porvenir que les hurta la España de la Corona. Entre tanto, su prima Leonor se granjea el suyo en ese internado galés del que ha trascendido un fiestón queer para la visibilización LGTBI donde los alumnos se pasearon en paños menores, se marcaron striptease y montaron coreografías provocativas. Si de ello aprende algo, aún me hago monárquico.

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