A "izquierda caviar" de la que habla Ayuso, esa que, según ella, va un día al programa de AR con "look pepero" para al siguiente ir a "perrear" a la Ser, debe ser como la derecha rastra que enarbola la bandera arcoiris, se divorcia y hasta echa mano de la ley del matrimonio homosexual. Otra fábula en la cabeza de la presidenta madrileña que, tras oír cabizbaja la carta de una niña de la Cañada Real que duerme con cinco mantas y estudia a la luz de una vela, despachó el drama sin sonrojo asegurando que ella "no gestiona emociones". La Free Britney de la política, al calor de sus fans, ha entrado en erupción incluso en su propia casa, buscando patear el culo de su líder, mientras en su comunidad se le cuela una legión de nazis poco después de afirmar que la homofobia "solo está en la cabeza" del gobierno judeomasónico que por enésima vez rompe España. Andaba su recua, y alguna ajena en la inopia, más preocupada de lo que no pasaba en Arrasate y tocaba inflamar que de lo que sí acontecía en Chueca y era para echarse a temblar. Con la aquiesciencia de su amigo Abascal, incapaz de amasar votos reconociendo que por allí desfilaban los suyos contra los "vagos y maleantes", que así los definía su régimen, y vinculando el paseo fascista a otra conspiración socialcomunista. A las ratas hay que llamarlas por su nombre y empezar a combatirlas. Si dicen que este amor es delincuente -que canta Ana Guerra-, ladrones ellos, que nos quieren secuestrar la libertad. Que no es la de Ayuso.

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