L año ha cruzado su ecuador particular. Entrado en julio camina hacia su final mientras buena parte de la población inicia sus vacaciones o las ve a la vuelta de la esquina. Unas vacaciones que se presentan más atrevidas que las vividas el año pasado. Es cierto que sigue habiendo restricciones, pero ahora se puede viajar al extranjero o a otra comunidad autónoma sin tantos requisitos como había que cumplir hace doce meses. Es cierto que aún hay que disponer del certificado covid para cruzar las fronteras, pero las ganas de volver a salir la demuestran las 150.000 personas vascas que ya lo han retirado. Otros, menos aventureros, buscarán el sol que no asoma por aquí en el Mediterráneo o en Andalucía. Habrá quienes prefieran regresar a esa segunda residencia en el pueblo de la familia. También quienes opten por buscar en la montaña la tranquilidad que no se goza en una gran urbe. Y quienes, como el mítico Etxebeste, se queden en su residencia habitual y busquen esos pequeños placeres de aparcar sin agobios o encontrar una mesa vacía en una terraza sin tener que dar vueltas y más vueltas. Verano para todos los gustos. Pero todos esos veraneantes deberán tener un punto en común. Ninguno podrá relajarse ante el coronavirus. Queda demostrado que el bicho no duerme y que espera cualquier distracción para atacar. Hay que coger vacaciones de todo, pero no de la lucha contra el covid.

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